El Santo Obispo de Córdoba, Fray Mamerto Esquiú, estaba cumpliendo con la promesa que tiempo atrás le hiciera a los feligreses del lugar, cuando les dijo: “A mi vuelta me detendré aquí unas horas…”.
Lejos estaba de suponer el prelado, que lo haría inerte, ya que el día anterior, el miércoles 10 de enero de 1883, a las tres de la tarde, moría en la Posta del Pozo del Suncho en Catamarca, su provincia natal.
Su cuerpo será trasladado en tren desde Recreo a Córdoba, pero la lucha entablada entre liberales y católicos provocó lo inesperado. Al enterarse algunos pasajeros que en el tren viajaban los restos del obispo, exigieron que sean bajados por razones de sanidad. Fue entonces cuando la Estación Avellaneda y el Oratorio del Rosario, los acogieron.
Frente a la estación del ferrocarril, calle de por medio, se levanta la iglesia que albergó al Obispo, a lo largo de cuarenta y ocho horas.