En marcha rumbo al norte de Córdoba por el Camino Real al Perú, luego de pasar por el pueblo de San Francisco del Chañar y admirar la monumental iglesia, la ruta llana y de tierra va en búsqueda de la vecina provincia de Santiago del Estero. Pero antes, cuando ya se transitaron aproximadamente nueve kilómetros rumbo al límite interprovincial, aparece en el medio del silencioso paisaje la última posta cordobesa del Camino Real. Se trata de la posta de Pozo del Tigre, hermosa y solitaria, lejos de todo.
Su construcción, hace muy poco tiempo fue rescatada del abandono y puesta en valor, se erige orgullosa y cuidadosamente restaurada.
El nombre posee reminiscencias salvajes, del tiempo en que los tigres (yaguareté o león americano) eran una presencia temida en los extensos campos, espesos montes y territorios despoblados de la provincia de Córdoba.
Hoy la Posta Pozo del Tigre está rodeada por una llanura rústica donde algunos algarrobos y matorrales espinosos crecen en ese solitario paraje. Ladrillos de adobe, techos a dos aguas con cañizos, un dintel de algarrobo con una fecha colonial: 1771; una espaciosa galería que invita a contemplar el campo circundante en la búsqueda de algún sonido de ese mundo exterior quieto y misterioso que todo lo rodea.
El interior de la posta luce pulcro y ordenado y contiene un mobiliario típico de aquella época. Herrajes, mesas, catres de tientos y rústica factura, dan cuenta de la dura y austera vida que afrontaban los antiguos ocupantes.